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Cómete el mar

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La semana pasada descubrimos un maravilloso establecimiento en nuestra ciudad. En la calle Pagés del Corro 43, al ladito de La Anselma (pasando Antillano Campos), está una fabulosa tienda llamada CÓMETE EL MAR, que guarda muchas sorpresas.

La regentan Isabel y Santiago, que además de dar un trato súper amable, son unos apasionados de lo que hacen y verdaderos entendidos, así que es un gusto dejarse asesorar por ellos. Nos encantan los proyectos que se emprenden con pasión, y este es uno de ellos.

¿Y qué vamos a encontrar en Cómete el Mar? Pues conservas de pescado y marisco en una enorme variedad, pero eso sí , siempre de la mejor calidad, de elaboración nacional, y con precios para todos los bolsillos, desde los deliciosos patés de centollo o sardinilla, al caviar de Riofrío. Lomos de atún cocidos envasados al vacío que cortados en lonchas con un poco de aceite de oliva y unas escamas de sal te solucionan la cena para una visita inesperada, sarda en aceite, una delicia por descubrir, huevas de salmón, atún en conserva con pimentón, tarros de pisto con atún o bacalao al ajoarriero… con lo que elijamos, podemos hacer unas preciosas cajas de madera para regalar y quedar estupendamente.

NO nos podemos olvidar de la selección de vinos y cervezas artesanas perfectas para maridar con los selectos productos de nuestras costas.

Además, tras la tienda hay una zona donde pueden celebrar cenas para grupos (de 6 a 12 personas) y talleres culinarios.

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Cómete el mar

Estas disposiciones no fueron duraderas ni eficaces, pero nos habla de unos hechos a menudo desconocidos y de los que no se suele hablar, ni siquiera en los centros educativos. Pero merece la pena imaginar una Sevilla con un porcentaje llamativo de población negra, muchos de ellos llevando una carimba en el rostro, tal vez con el anagrama “ESCLAVO”, una S y un clavo (la primera que aparece en la imagen); aunque el carimbo se usó mayormente en las colonias americanas, mucho más difíciles de controlar por las autoridades. Otra curiosidad es que los hierros de carimbar se guardaban bajo llave en dependencias administrativas de la autoridad, o sea, que la carimba estaba perfectamente regulada por las leyes, y era como nuestros sellos de aduanas o de control de la CE o la matrícula en los coches, pues no se les consideraba más que mercancía. Y, además, por mandato real, los custodios y encargados de carimbar no podían cobrar por ello o cobrar, en todo caso, muy poco para evitar que se convirtiera en un negocio, como ya había ocurrido en algunos lugares.

Hasta 1679 no se suprimió la esclavitud indígena en los dos virreinatos y el carimbo aún tardaría un siglo más en ser prohibido completamente, ya en época ilustrada.